San Francisco Javier fue el fundador junto con Ignacio de Loyola y Piero Favre de la Compañía de Jesús y su vida estuvo marcada por el excepcional fervor de evangelizador que lo llevó a participar no solo a las indias americanas sino a ser el primer misionero en desembarcar en Japón.  
Murió antes de llevar el conocimiento del Evangelio a suelo chino y su legado fue recogida por la orden jesuita. 
 Esta obra de gran calidad ejecutiva y finura formal, representa San Francisco Javier en ropas consagradas y lleva un hábito negro con cuello alto y los paramentos típicos sacerdotales.
 La visión posterior revela la presencia de la tonsura característica de los sacerdotes.  
El rostro, extremadamente expresivo pero tenso y demacrado como para simbolizar una vida ascética de privaciones y el gesto, amplio y teatral como quería el estilo de la época, pero no sin una decisión que parece denotar el aspecto de lo que hoy llamaríamos “un hombre de acción”, resaltan por su belleza. 
 La atención prestada a los pliegues, a el collar (permanencia fósil del la gorguera más antigua), a la camisola delgada y etérea así como la vivacidad de la fisionomía acentuada por un increíble esquema de colores que hace que el encarnado resulte vivo y palpitante, denotan no solo el trabajo de un artista de alto nivel, sino también clientes de alto nivel intelectual y con una gran capacidad económica. 
 El último detalle notable son los ojos en pasta de vidrio que amplifican el efecto de la verosimilitud.